viernes, julio 09, 2010


DIGITAL FANTASY

Daniela se ajustó la cinta americana plateada al pecho apretándola lo suficiente como para tensar sus senos y tapar sus pezones. Luego ensayó la pose en el espejo y se bajó solo un poquito la braguita rosa. Satisfecha se acercó a la cámara fija sobre el trípode y accionó el temporizador. Veloz se colocó ante ella y esperó el disparo.
El flash y el chasquido indicaron que la toma había sido hecha. Ensayó otra pose con las manos a la espalda y otra más mostrando las depiladas axilas. Realizo ambas tomas.
Llevaba ya muchas fotos, había empezado vestida, seduciendo al ojo negro de la nueva digital, poniendo morritos y poses procaces, siempre mirándose al espejo para comprobar la pose.
Comprobó las pilas y la cantidad de memoria disponible. Pensó que habría suficiente.
Y poco a poco fue quitándose la ropa, y adquiriendo las posturas con tonos cada vez más lascivos. Disparando siempre el temporizador.
No le había quedado otro remedio ante el plantón de su modelo.
Cautiva de la cámara, el deseo se apoderó de ella de manera que sus manos audaces y onanistas recorrieron cada espacio de piel en sugerentes actitudes. Por último deseo ser atada por un ente invisible y opto por un rollo de cinta americana que tenía en el estudio.
Solo enrollar la banda adhesiva un momento sobre la piel desnuda le provocó un escalofrío de gozo, y poco a poco fue experimentando con ella hasta conseguir un estado próximo al más disparatado de los orgasmos.
Finalmente acabó atada como una momia en deshabillé, sin mucha movilidad para accionar la cámara...
El sudor le perlaba la piel, y la respiración se le agitaba por momentos. La imagen que le devolvía el espejo la turbaba por completo. Deseó que alguien estuviera tras la cámara para fotografiar las nuevas poses, más obscenas y atrevidas... Maldijo a la modelo malqueda.
Entonces, olvidándose del verdadero objetivo de las tomas recordó que con la nueva digital podía grabar en video. Como pudo se colocó tras ella, y con las manos atadas accionó el dispositivo. Ni siquiera comprobó si había memoria.
El video comenzó a grabar mientas ella caía al suelo y rodaba para colocarse ante el objetivo. Vio ante el espejo su imagen, de rodillas, con las manos atadas ante el pubis, sometida y devastada por la excitación y el deseo.
Con movimientos lentos, acompasados y medidos gracias a su imagen reflejada, Daniela comenzó a masturbarse al ritmo de una música imaginaria. La visión de su propia imagen lúbrica aumentaba de forma desmedida su deseo.
Suavemente apartó los labios con los dedos y se frotó mientras se miraba en el espejo y se mordía la boca. Estaba intensamente mojada, y tan sujeta que apenas podía abarcar su sexo con los dedos. Aún así la idea en si misma era más efectiva que la acción.
Deseo ser penetrada, le ardía la vagina, le latía como esperando ser llenada por algo inalcanzable, y sus dedos no bastaban. Permanecía ante la cámara atada como una esclava insatisfecha en manos de un amo invisible y prácticamente ausente.
Pensamientos que nunca hubiera pensado tener. A pesar de su desbocado narcisismo. Cerró los ojos y se concentró en una fantasía ardiente:
Unas manos rudas y voraces recorrieron su cuerpo encintado de plata elástica, apretando, ciñendo, acariciando y maltratando, hasta que al final se ensañaron con su vulva hinchada y su ano ardiente, sintió como las manos fantasmales la abrían, la penetraban, la forzaban sin piedad ni consuelo.
Finalmente llegó un orgasmo largo y muy lento mientras una boca lasciva y con mil lenguas casi la ahogaba.
Cayó de bruces ante el trípode y casi tiró la cámara que se tambaleó como poseída por su propio orgasmo digital. Y se quedó así, jadeando, y deleitándose en su lujuria se quedó dormida.






Cuando se despertó, los pinchazos de los miembros atados e insensibles la hicieron gemir. No podía moverse. Era un peso muerto y ceñido de cinta en el suelo. Se incorporó como pudo, casi arrastrándose hasta la mesa donde estaba el cutter.
A duras penas y no sin algún tajo, consiguió cortar la cinta.
Tardo mucho en desembarazarse del maldito y pegajoso lío y chilló y apretó los dientes al despegar cada tramo firmemente ajustado a su piel.
Finalmente, con marcas y franjas rojizas por todo el cuerpo se acercó a la cámara, ya apagada y la conectó al portátil.
Tuvo que cambiar las pilas. Lo primero que abrió fue el video. Se vio a sí misma y se horrorizó ante su pose obscena. Luego se excitó. Y finalmente se quedó helada ante la figura difusa, casi nebulosa del ser desnudo y brutal que como en su fantasía, la rodeaba, la ceñía y la violaba.